Bolivia: La obstinada potencia de la descolonización
Raúl Zibechi
ALAI AMLATINA, 29/09/2011.- No es fácil encontrar un presidente que pida
disculpas en público ante su pueblo, por las razones que sean, y menos
aún cuando a los que solicita el perdón se oponen a un proyecto
defendido con vehemencia por la máxima autoridad. Evo Morales es el
único presidente que lo ha hecho en los últimos años, que yo sepa.
No es fácil encontrar un movimiento popular capaz de movilizarse con
energía en defensa de un modo de vida que se es tá extinguiendo en el
mundo, y de hacerlo incluso contra un gobierno presidido por alguien de
su propia sangre, al que consideran hermano.
Es evidente, el propio gobierno lo reconoció, que la represión contra
quienes defienden el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro
Sécure (TIPNIS) fue una decisión equivocada y una acción criminal. La
población boliviana no está dispuesta a tolerar represión y muerte. Fue
la masacre del Porvenir, en Pando en 2008, la causa de la derrota de la
oligarquía cruceña. La población no tolera la violencia del Estado.
Fueron demasiadas represiones en muchos años, desde la última de 2003
que se cobró 75 vidas en dos días, hasta las no tan lejanas de los 70 en
las que los muertos se contaban por centenares.
Esa conciencia anti-represiva es una buena señal que Evo, y quienes
apoyan su proyecto, podrían tomar como punto de partida para ende rezar
el proceso, porque esa misma población no está dispuesta a ser juguete
de la derecha ni del imperio, como lo demostró de sobra por lo menos
desde la Guerra del Agua en abril de 2000, en Cochabamba.
Es inocultable que hay intereses oligárquicos y multinacionales que se
frotan las manos ante el conflicto en torno al TIPNIS, y hasta se tiñen
de ambientalistas para promover distancias entre gobierno y movimientos.
Es oportunismo y es síntoma de una derrota histórica infligida por esos
mismos movimientos. La derecha boliviana no tiene espacio ni aire y sólo
respira cuando el gobierno se equivoca, como lo hizo en diciembre cuando
el “gasolinazo” y ahora con la represión en Yucumo.
También es evidente que la dichosa carretera interesa más al
expansionismo brasileño que a la propia Bolivia. Nótese que algunos de
los más importantes movimientos en la región, como el de Pun o contra la
minería y las hidroeléctricas y como el que defiende el TIPNIS, están
enfilados contra proyectos de las multinacionales brasileñas financiadas
por el BNDES. La misma lucha en Brasil enfrenta las represas de Belo
Monte y del río Madera. Lo que menos necesitamos es debatir a quién
beneficia cada acción: si a la derecha y el imperio o al subimperio y la
burguesía paulista.
El fondo de la cuestión es el camino que desean transitar los pueblos
que habitan Bolivia. Y esta es la cuestión más difícil, la más espinosa
y la que menos estamos debatiendo. ¿Acaso alguien puede ignorar que el
Buen Vivir y la no explotación de la naturaleza impedirá el acceso al
consumo a grandes sectores de la población? ¿Es posible combinar una
política no desarrollista, con bajo crecimiento económico, con una
mínima satisfacción de las necesidades de alimentación, salud y
educació n de toda la población?
Es evidente que no tenemos respuestas, porque sencillamente no sabemos;
y no sabemos porque damos por sentado que no hay vida más allá del
modelo basado en el crecimiento económico. Podemos elegir la austeridad
para sostener un proyecto de cambios, pero esa opción debe pasar por un
debate sincero que no puede ser protagonizado por los sectores
acomodados e ilustrados de las clases medias, que no son austeras ni
están por fuera del consumo. Ese debate deben orientarlo los de más
abajo, los que hasta ahora no tienen la vida resuelta, porque son los y
las que pusieron el cuerpo contra el neoliberalismo y porque son quienes
más tienen para perder si los procesos de cambio se desmoronan.
Hace falta voluntad política, y cierta audacia, para encarar esos
debates y no dar por sentado que los tecnócratas de arriba ya saben lo
que se necesita. La ventaja de Bolivia es que hay un presidente capaz de
pedir perdón y, sobre todo, movimientos de los diversos abajos que saben
lo que no quieren y están dispuestos a dar la vida para evitarlo. No
sabemos, sin embargo, cómo es el Buen Vivir aquí y ahora, y eso debemos
reconocerlo por una cuestión ética y porque sólo así es posible
enriquecer los debates.
Convocar un referendo, como anunció Evo, en los departamentos de Beni y
Cochabamba, donde está el TIPNIS, es la mejor forma de evitar debates de
fondo. El problema es que abrir un proceso de debates, que no de
negociación, requiere mucho tiempo, pero ese es el costo que una
sociedad debe estar dispuesta a pagar para resolver cómo y por dónde.
La disputa entre movimientos y gobierno, que en Bolivia se va a mantener
largo tiempo, es la mejor noticia incluso para los gobernantes que
quieren cambios de verdad y no sólo estar aferrados a un cargo. N o fue
la “lucidez” de los cuadros, siempre blancos y tecnócratas, ilustrados y
bien hablados, lo que cambió América Latina en la década oscura del
neoliberalismo sino la acción cotidiana de las gentes del color de la
tierra. Pensar que son buenos para poner el cuerpo pero no para
conducir, sería reproducir los modos coloniales que son, precisamente,
lo que pretendemos remover.
Decir Bolivia, aún hoy, es decir que todavía es posible que los de más
abajo decidan. En el acierto o en el error. ¿No es esa la descolonización?
- Raúl Zibechi es periodista uruguayo, docente e investigador en la
Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor de varios
colectivos sociales.
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